Seguir leyendo
Mostrar menos
En enero de 1791, Mozart no sabía que estaba componiendo su último concierto para piano y una de sus últimas obras maestras, entre las sombras que se cernían sobre él y el espíritu despreocupado que siempre le había acompañado
y el espíritu despreocupado que siempre le había acompañado. Un concierto en medio tono, lágrimas y sonrisas, melancolía y serenidad impresionante, esperanza y
y el amanecer de la noche. La primavera de una vida que nunca tendrá verano.
Esta efímera primavera es...